lunes, 25 de agosto de 2008

avances

En estos días no tuve muchísimo tiempo para tejer, porque también debí ocuparme de otras cuestiones importantes (médicos, esposo, entretenimiento, etc). Sin embargo, estuve trabajando duro y parejo con el saquito para Julieta, quien (¡qué desconsideradaaa!!) ya nació.
Como mi amiga Marta me pidió fotitos de los nietos de Gustavo, aquí van:

Emanuel, de cuatro años:


Priscilla, quien en octubre cumple dos añitos, en esta foto con su papá:



Y Julieta, de quien aún no tengo fotos para subir, pero que prontito mostraré.


Y yo ahí, dale que te dale con el saquito... ¡Al fin estoy terminando! Sólo me falta coser las mangas, prolijar las lanas y hacer los pompones. ¡¡Gracias a mi nuera Daiana que hizo el cordoncito!!


Queda muy delicado, aunque tuve un par de errores con respecto al patrón original. Por un lado, la guarda blanca no tiene el punto ojo de perdiz (porque no me salió) sino unos ochitos chiquititos. Por otro, no tejí las mangas con agujas circulares, y por eso tengo que coserlas. El saquito no es tal, sino más bien un bolerito para bebé; Alejandra, quien es mexicana, en su blog lo llama "chambrita". Tampoco es para bebé pequeñito, pero dentro de unos seis meses lo va a poder usar, ¡los bebés crecen tan rápido!

Para hacer el borde de los laterales y la parte trasera, debí tejer con agujas circulares, que era algo que nunca había hecho. Estaba requeteentusiasmada, me calcé las agujitas y ahí me dije... ¿y ahora? ¿cómo agarrar estas agujas para poder tejer? ¡¡Qué desastre!! Yo acostumbro tejer sosteniendo la aguja derecha entre el brazo y el cuerpo todo el tiempo, y ahora no podía hacerlo porque eran como "mini agujitas". Me costó muchísimo, se me fueron las ganas de tejer pulóveres, medias y todo lo que ingenuamente había pensado hacer con agujas circulares... ¡Qué trabajo! Finalmente las domé bastante para tejer puntos al derecho; al revés, más o menos.

Hubiese querido actualizar el blog ayer, pero mis hijos se habían llevado la cámara: fueron a hacer una horneada a leña cerca de Escobar, en un horno que construyó uno de sus profesores del año pasado en una fábrica de ladrillos. Estas ocasiones no son muchas, y ellos se entusiasman como si fueran niños. Se nota que les gusta, salen de casa a las seis de la mañana y regresan a eso de las doce de la noche, cansados, quemados, sucios... pero felices. Se juntan varios para cada horneada porque al horno hay que alimentarlo con leña permanentemente, entonces se turnan para hacerlo.

Aquí, el horno cargado con las piezas de todos:

Javier, ya de noche, en uno de sus turnos de trabajo:

Y aquí, el momento culminante (según mis hijos). ¡Observen la altura del fuego que sale de la chimenea y lo chiquitas que se ven las personas !




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